Este blog propone un proceso de cambio paulatino. Si es tu primera vez, lee la entrada del 31/8 y luego sigue la cronología. Las entradas correlativas irán dando pistas para conseguir el objetivo que nos proponemos: liberarnos de una vez por todas de la necesidad irracional de comer que nos lleva a tener un cuerpo que no nos proporciona la felicidad que nos merecemos.
Hola a todos,
Hola a todos,
Hablábamos una vez con mi hermana de nuestras
adicciones; la de ella es fumar, la mía comer. Me dijo que algunas veces, si de repente decidía no fumar, o esperar hasta después de la comida para empezar
a hacerlo ese día, o reducir la cuota que quería consumir, bastaba con que se
lo propusiese para que inmediatamente le diesen unos deseos irrefrenables de
fumar que sólo calmaba encendiendo un cigarrillo.
A mí me pasa lo mismo: la sola idea de ponerme a
dieta me causa tal ansiedad que voy y me doy un atracón de lo que sea, dulce,
salado o una mezcla de los dos. Es como si mi mente quisiese prepararse por si
acaso le llegase a faltar comida en el futuro. Eso se combina con un mensaje:
-Qué importa, si total mañana empiezo a hacer dieta.
La dieta es como una temporada en una prisión.
Es una peli americana en la que un duro -aunque bueno en el fondo, lo cual nos
hace sufrir por su destino-, un Al Pacino, por ejemplo, sale de la cárcel
reformado y decidido a seguir por la buena senda. Cruza las puertas de la
prisión hacia la libertad, se detiene y enciende el cigarrillo.
En ese momento tenemos el presagio de que el
héroe va a fallar, la total seguridad de que la vida lo va a ir arrastrando a
las malas compañías y acabará en el crimen nuevamente. Esa caída es inevitable.